Los filetes de pollo empanados son un clásico de la cocina casera que
casi todos asociamos a recuerdos de la infancia; en mi casa al menos
eran -y son- uno de los recursos favoritos de mi madre para solucionar
comidas y cenas durante un par de días. Los amantes del pollo
crujientísimo pueden disfrutarlo también con recetas al horno como esta,
ahorrándonos la fritura.
Freír da pereza y más aún cuando hay rebozados de por medio. Hay que tener algo de experiencia y maña para lograr una fritura saludable y crujiente, que no convierta la cocina en un caos y el pollo en una esponja de grasa. Por eso me gusta recurrir al horno; puede que no salga exactamente igual que frito, pero el resultado es más que satisfactorio.
El grosor de los filetes determinará el punto final
de la carne. Si nos gustan crujientísimos, mejor apostar por un corte
más fino; pero si queremos que al morder esa capa crujiente nos espere
una carne más jugosita, es preferible dejar el filete algo más grueso,
aunque después lo vayamos a enternecer un poco golpeándolo con un
martillo de carnes.
El marinado previo nos asegura un pollo con mucho más sabor que ayudará además a mantener la capa del rebozado. Si encontráis mezclas de pan rallado especial para rebozados crujientes, podéis usarlo en lugar del panko; aunque yo prefiero evitarlos porque suelen añadir mucha sal, a veces azúcares, leche en polvo o grasas de mala calidad.
Batir los huevos en un recipiente grande y profundo con un tenedor; añadir la leche, la mostaza, el pimentón, el comino, el ajo, y salpimentar ligeramente. Batir hasta tener una mezcla homogénea e introducir el pollo, removiendo para que se cubra bien. Tapar con film y dejar en la nevera como mínimo una hora, mejor dos.
Precalentar el horno a 200ºC y preparar una bandeja grande, con papel
sulfurizado o de aluminio pintado con aceite. Mezclar el resto de
ingredientes en otro plato o fuente para formar un rebozado homogéneo.
Sacar el pollo, dejando que escurra el líquido ligeramente pero sin
secarlo, y rebozar cada pieza presionando con fuerza en el rebozado.
Colocar cada pieza en la bandeja y hornear durante unos 20 minutos. Girar cada filete con unas pinzas, con cuidado de no quemarnos, pasados 15 minutos. Podemos dar un golpe de gratinador subiendo la bandeja en los últimos minutos, para que se dore más.
Freír da pereza y más aún cuando hay rebozados de por medio. Hay que tener algo de experiencia y maña para lograr una fritura saludable y crujiente, que no convierta la cocina en un caos y el pollo en una esponja de grasa. Por eso me gusta recurrir al horno; puede que no salga exactamente igual que frito, pero el resultado es más que satisfactorio.
El marinado previo nos asegura un pollo con mucho más sabor que ayudará además a mantener la capa del rebozado. Si encontráis mezclas de pan rallado especial para rebozados crujientes, podéis usarlo en lugar del panko; aunque yo prefiero evitarlos porque suelen añadir mucha sal, a veces azúcares, leche en polvo o grasas de mala calidad.
Ingredientes
Para 4 personas
- Pechuga de pollo en filetes 700 g
- Huevo 2
- Leche 200 ml
- Mostaza de Dijon 10 ml
- Pimentón dulce o picante, 1 cucharadita
- Comino molido 1/2 cucharadita
- Ajo granulado 1/2 cucharadita
- Panko o pan rallado grueso 150 g
- Copos de maíz tostado sin azúcar, 2-3 cucharadas, machacados
- Copos de puré de patata 2 cucharadas (opcional)
- Orégano seco 1 cucharadita
- Pimienta negra molida
-
Sal
Cómo hacer pollo crujiente al horno
Dificultad: Media - Tiempo total 30 m
- Elaboración 10 m
- Cocción 20 m
- Reposo 2 h
Batir los huevos en un recipiente grande y profundo con un tenedor; añadir la leche, la mostaza, el pimentón, el comino, el ajo, y salpimentar ligeramente. Batir hasta tener una mezcla homogénea e introducir el pollo, removiendo para que se cubra bien. Tapar con film y dejar en la nevera como mínimo una hora, mejor dos.
Colocar cada pieza en la bandeja y hornear durante unos 20 minutos. Girar cada filete con unas pinzas, con cuidado de no quemarnos, pasados 15 minutos. Podemos dar un golpe de gratinador subiendo la bandeja en los últimos minutos, para que se dore más.
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